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jueves, 6 de noviembre de 2014
Posted by Unknown
No comments | 8:28
Menudo
revuelo se ha montado con la definición que la RAE ha dado a la palabra hacker
en la última edición de su diccionario. Si lo que pretendían
era limpiar, fijar y dar esplendor a la palabra, creo que se han equivocado.
Ahora resulta que un hacker es un “pirata informático”.
ANTECEDENTES
El mundo de la informática está repleto de
palabras que empleamos habitualmente de manera incorrecta, como para que la
Real Academia acepte una incorrección más. Un hacker puede ser un pirata
informático, al igual que un político puede ser corrupto, pero ni todos los
políticos son corruptos, ni todos los corruptos, políticos.
El principal problema de esta definición
es, bajo mi punto de vista, que no sabemos (y me incluyo, que conste desde el
principio) manejar el idioma correctamente, ni podemos conocer cada una de las
artes y oficios de este mundo, y menos su corpus lingüístico. Cuántas veces
habremos dicho “este texto se sale de los márgenes”, cuando tenemos una
estupenda palabra en castellano para decirlo, y es “corondel”. Solo aquellos
que hayan manejado composición tipográfica la reconocerán, o quizá lo harán los
afortunados catalanohablantes con el significado de “columna”.
LA
POLÉMICA DEFINICIÓN DE HACKER
El motivo de tanta indignación
es entonces comprensible, puesto que tan solo se acepta una definición que
criminaliza a todos aquellos que investigan y consiguen realizar cosas que supuestamente
no estaban permitidas, da igual que sea un sistema informático o un mueble del estilo “móntatelo tú mismo”.
Por la parte que nos toca, la seguridad
informática, llamar delincuentes a todos los profesionales que todos los días
descubren fallos de seguridad e informan de ellos para que se solucionen, no es
algo especialmente agradable, sobre todo considerando que de esta forma se
consigue una mayor seguridad para la cada vez más presente tecnología y la interconexión
de todo tipo de dispositivos.
En ese aspecto coincido
plenamente con la opinión vertida por nuestro compañero Sebastián Bortnik de ESET Latinoamérica, y es que un hacker no es el
peligroso delincuente que nos venden muy a menudo en los medios. De hecho, se
ha convertido en una excusa bastante recurrente para explicar misteriosas
filtraciones de datos de empresas, partidos políticos y fotos de famosos, como
un comodín al que aferrarse cuando ha sucedido algún escándalo. El “ha sido un
hacker “ es ya en un mantra que repetir hasta la saciedad cuando se buscan
excusas rápidas.
PROBLEMAS CON EL LENGUAJE
Un somero vistazo a cualquier texto nos
enseña que sabemos poco castellano, y preferimos liarla con palabras inexactas
antes que buscar la palabra correcta. Mis amigos conocen la especial fobia que
tengo por la palabra “encriptar”, pésima traducción del verbo inglés “to
encrypt”, adaptado por los incultos que desconocen la palabra castellana
“cifrar”.
Muchos quebraderos de cabeza me dio hace
años la frase “refuerzo de políticas de seguridad”, traducción chapucera donde
las haya de “security policy enforcement”, sin duda motivado porque el que
adaptó la frase desconocía la palabra “aplicación”, que es la traducción al
castellano de “enforcement”. Evidentemente, era más fácil inventarse una
palabra nueva que buscar la correcta.
Muchas veces habremos visto en ámbitos de
informática forense algo así como “búsqueda de evidencias”. A ver, una
evidencia no hay que buscarla, es evidente, salta a la vista (quizá sea ese su
origen latino, evidens-evidentis, que se puede ver). Si una cosa puede verse no
hay que buscarla mucho… a no ser que lo que estés buscando sea una “prueba”,
traducción correcta al castellano de la palabra inglesa “evidence”.
¿Tenemos algún dispositivo removible en
nuestro ordenador? Seguro. Basta con meterlo en una cazuela, y a fuego lento,
ir removiéndolo. ¿O no será que lo que tenemos es un dispositivo extraíble? De
nuevo nos encontramos con que un día alguien no supo diferenciar entre remover
y extraer, y decidió que su dispositivo, que en inglés era “removable”, en
castellano es removible.
Y para qué hablar de la sensibilidad. Todos
tenemos un amigo muy sensible, que puede llegar a llorar al ver en la tele un
anuncio de detergentes. Pero la información… ¿puede ser sensible la
información? ¿Somos capaces de emocionar a una tabla almacenada en un disco
duro con una genial consulta en SQL? Esa información será importante (en
inglés, “sensible”), pero sensible, lo que siempre ha sido sensible… dudo que
lo sea.
CONCLUSIÓN
Evidentemente, el idioma evoluciona. No
podemos negarnos a que nuestras palabras cambien, adopten nuevos significados,
reflejen nuestra sociedad actual… si no, seguiríamos hablando en latín. Pero lo
mínimo que podríamos exigir a los ilustres académicos es conocimiento acerca de
las palabras que quieren definir. Y si no las conocen, que no todo el mundo
tiene obligación de conocerlo, que pregunten a los que saben, que seguro que
estarán encantados de colaborar con ellos. ¿O no?
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